Me encantaría poder venir acá y darte todas las recetas mágicas de la maternidad. Me encantaría hacerte millones de listas y guías para que tu maternidad sea fácil, pero la verdad es que yo también necesito, muchas veces, una guía, porque me he perdido millones de veces. Entonces, ¿con qué propiedad hago esto? ¿Por qué soy yo la persona que tienes que leer, ver, escuchar? Porque te prometo que te voy a contar la verdad, mi verdad. No te voy a endulzar ni vender que soy una súper mamá, que siempre soy organizada y que hago todo perfecto. Me estreso mil veces; me da rabia ver cómo mi marido puede hacer todo más fácilmente; me da rabia conmigo por haber sido tan tonta y haberme hecho cargo de tantas cosas sola. Y, obvio, al otro le acomoda. Entonces, estoy aquí porque, en una de esas, mi experiencia te sirve; en una de esas, lo lees antes de vivir lo que yo viví (ojalá embarazada de tu primer hijo) y tomas nota.
Acá va una de las tantas cosas que te voy a contar: la lactancia. Yo me obsesioné a tal nivel que tenía de todo para que me saliera bien. Hice un curso para acoplar y juré de guata que mi hija iba a alimentarse exclusivamente de mí. Y, por supuesto, nunca le puse chupete ni mamadera por el mínimo miedo a ese terror llamado “confusión tetina pezón”… hoy, a veces creo que hubiese preferido que mi hija se hubiese confundido. Porque te dicen que la lactancia es buena y sí, que es cómoda y sí, lo es, pero no es gratis; es tiempo, y tu tiempo vale. Los primeros meses como que nos da lo mismo, pero lo que nadie te dice es que, mientras más tardes en darle una mamadera o en que pruebe otra leche, es más difícil. Sinceramente, si tuviera otra guagua, le daría mixta; no sé si desde el día uno, pero por lo menos empezaría antes de los 6 meses.
Como yo sabía que no iba a volver a mi trabajo, di leche exclusiva hasta este día en que escribo, y eso amarró el sueño y amarró todo. La amo, la adoro, amo que duerma conmigo; sé que va a crecer rápido y un día miraré hacia atrás y bla bla bla… pero hoy, miro con envidia y rabia cómo mi marido sale a jugar a la pelota y después a compartir con los amigos, y yo acá, luchando con una niña de 2 años y medio que no se quiere dormir. Tengo cero paciencia; me enojo con ella, la reto; sé que no tiene la culpa, me siento culpable; se duerme y lloro, lloro porque la amo, lloro porque ella no sabe lo que le pasa, lloro porque tengo rabia conmigo por no buscar estrategias antes para que se duerma con alguien que no sea yo, lloro porque tengo rabia de que mi marido no haya tenido mayor iniciativa y la pueda hacer dormir también, lloro porque hoy amaría poder salir con mis amigas fuera de la casa sin tener que pensar en si se va a despertar o no, y reírme un rato, pensar en tonteras, hablar de ellas, hablar de mí… salir de este círculo de hacerme cargo TODAS las noches durante 2 años y 6 meses.
Busquen estrategias desde temprano para que esto no les pase. No me da miedo reconocer mis errores, no me da miedo exponerme, no me da miedo que pienses que no soy la “mamá súper tip”, que me las sé todas, porque no lo soy… Soy una mamá sincera que te escribe pensando: “A mí me hubiese gustado que alguien me mostrara esto”. Y eso lo haré siempre… Gracias, gracias por ser parte de esta comunidad de mamás que se apoyan sin juzgar
